domingo, 3 de octubre de 2010

La marca de la bestia y la marca de las bestias

Salí de mi casa sin prisa, en medio de un domingo nublado y frío, que de no ser por el tráfico vehicular y peatonal, hubiera sido un típico domingo enmarcando la pérdida de mi virginidad electoral y la revelación casi apocalíptica que relataré a continuación.

Dando pequeños saltitos al antojo de los sobeteos de la autopista deforme y el micro en el que estaba de pie, me dirigía a mi centro de sufragio. Contemplaba sin mirar, el paisaje urbano mientras pensaba que a diferencia de mi cédula provincial, la regional sería adornada con abstractos dibujitos y onomatopeyas acordes a mi estado de ánimo; de pronto una mano imprudente que se aferraba a las agarraderas del micro me sacó del trance y me percaté de la marca...

Casi todos la tenían, el conductor y su respectivo cobrador, el señor cuya cabeza rebotaba rítmicamente en la ventana mientras dormía , la señora que sobre sus faldas tenía a su niño regordete para no pagarle pasaje, los universitarios incapaces de ceder el asiento a la vieja con ínfulas de diva marcada también; incluso afuera, gente desconcertada que esperaba quien sabe qué en cada esquina tenían ya la marca; cientos de manchitas moradas posadas sobre los irresponsables dedos de una población que cree estar apta para votar...

No me había dado cuenta antes que aquella salpicadura de tinta que irónicamente se extiende en la superficie de un dedo medio (mayor de edad por supuesto) era una marca que significaba más que un "He votado". Y ya que la democracia nos empuja a la generalización y en el contexto peruano, a la justificación de las malas decisiones de una mayoría manejable, generalizaré:

He aquí la electoral y morada marca de la bestia, que a colocado a millones en el equipo de un grupete de aspirantes a diablos que seducen al ritmo de una cumbia de moda y sesgan su "santidad" con endemoniadas sonrisas y regalos que antes colgaban de un árbol prohibido.

Y aquí estoy en un intento de fila india para sufragar, esperando un turno demás, pues la gente no me respaldó cuando increpé al ente con zapatos de tacón que clandestinamente ingresó en la cola; y preguntándome, como es que millones de personas han convertido el símbolo del voto responsable en algo tan básico como la marca de las bestias, y es que han votado como bestias domesticadas, cachorritos que se persiguen la cola esperando a que su amo le de un deliciosa galleta en recompensa.

Afortunadamente al igual que la democracia, las generalizaciones no son saludables, menos absolutas y al igual que yo en "mi primera vez", muchas personas no están dispuestas a hacer de su voto un acto de inconciencia o vana conveniencia y votarán por quien lo merezca, que si los hay, o simplemente no votarán… pero se negarán a convertirse en parte del rebaño bestias marcadas que siguen por seguir a mal ensayados anticristos.

Ya en la urna de sufragio inauguro mis facultades electorales, he votado, he viciado un voto y elegido un NO; salgo entonces con la marca morada que aunque se vea igual a las de la mayoría significa algo distinto porque realmente significa algo.

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